jueves, 11 de septiembre de 2008

Tornillos

La verdad esto no es nuevo. A veces pienso que desde antes de conocerla la estudiaba y la esperaba. Así es como han llegado todas mis penitencias, en las raíces de mi estudio para evadirlas. Ahora, sobre ella nunca pude concluir demasiado. Es hasta ahora que la veo desordenada (y cuán desordenada) en la cama que puedo contar lo que creo.

Sólo puedo suponer que siempre fue un espíritu de esos que logran estar por encima de todo esto; que le dan lo mismo los tornillos y los puertos, que puede pasar días sólo viendo el fondo de algo que nadie más ve, con la cabeza apoyada en la muñeca y la mano cayendo sobre el hombro. La conocida inconstancia supongo que no será tal, sino que será la oscilación natural del alma que los demás mantenemos ahí quieta usando la cabeza.

Si no me equivoco, para ella el cuerpo no podía ser menos importante. Gran vehículo, claro, pero instrumento de tornillos y puertos al fin y al cabo. Debe ser por eso que tantas veces no se percató de que estaba sangrando hasta que la sangre había manchado algo que sí le pareciera importante.

El tiempo le era tan poco significativo que no entendía cómo podían crecerle tanto las uñas en el momento que eran los meses, y aun así todas las mañanas me despertaba y me hacía presenciar el ritual de su vuelta al mundo, agitadísima por la sorpresa que le causaba haber revivido después de la noche.

Yo no fui nunca una excepción a sus excentricidades, y me tenía en tan alta estima como podía tener un pañuelo. Cuando veo hacia atrás pienso que me compartió su existencia por caridad, tratando de arreglarme con el día a día. Yo la veía hacerse más transparente cada noche, cuando se sentaba al borde de la cama a reponerse del fracaso que había sido compartir su perfección conmigo.

Para ella siempre fui el yo iluso, yo leproso, bajo, sarnoso, existente, terrenal, yo carbón. Yo que me arrastro por el mundo, que no levito como ella, que soy un aparato de tripas, que tiene cólera, que la quiere a ella y no la tiene, que en cambio de tenerla –y como buen animal- tiene el instinto y los dientes, y las ganas carnívoras de ella entera, no de la carroña de lo que le pudiera quedar de corpóreo.

Qué asco le da mi sangre, cómo la enferma. Cómo quisiera que yo no tuviera boca, que no le acercara las manos, pero sobre todo mi sangre. No tolera pensar que late y que me circula sucísima, constante.

Cómo le molesta. Ya no falta nada para que amanezca y me despierte agitadísima por haber revivido después de la noche y luego se vaya a esconderse de mí adonde nunca la encuentro. Por eso esta vez decidí levantarme y ahorrarle tanta molestia.

Me voy porque no quiero oír la escena cuando se despierte y en vez de encontrarme a mí se encuentre esparcido en la cama todo lo que tenía de tornillos y de sangre manchando las sábanas y la alfombra. Ah, y se va a encontrar un poco (muy poco) de carne.

Creo que se va a poner insoportable.

7 comentarios:

  1. Debo admitir que me gusto demasiado tu relato Carla!!!
    Demasiado bueno, aunque hay cosas q todavía no logro vislumbrar.
    Creo que le daré unas leídas más jeje

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  2. Jaja, mi idea es que el cuerpo y ella sencillamente no están unidos. :P

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  3. muy buen blog y exc post!!!

    Saludos!!!

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  4. Tons no lo intuí mal sólo que pensé que era el cuerpo y el alma jeje. Pero debo admitir que es de los que más me han gustado que he leído por aquí jeje.

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  5. Gracias, me halagás... Y sí, lo intuiste bien, porque ella es sólo alma. :P

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  6. Esta muy bueno, me hacía imaginar mucho mientras leía... La idea me gustó bastante!!!

    Ya quiero leer el próximo!!!

    :)

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