jueves, 30 de octubre de 2008

Ya Dicho Todo

¿Qué decir de mí? Soy básicamente un hombre normal. No me gusta la cebolla, ni me gusta la palabra poetisa. Nunca me ha gustado. Me suena a pitonisa, y nunca me han gustado tampoco las togas. Me encantaría un día en el que nada más pudiera despertarme cuando ya no tuviera sueño, cuando ya pudiera decir que ya he descansado, en vez de que me despierten en la madrugada cuando todavía está oscuro, pero la libertad tiene su precio, e irónicamente a veces ese precio es una esclavitud sin remedio. Me exaspera la gente a la que le indico la mano izquierda y se revisa la derecha. Podría vivir aislado en el campo. No necesito demasiado para sobrevivir. Una cama, un techo y un gato. Soy del tipo de persona a la que le duran las alegrías por días, igual que las tristezas. Puedo ser plenamente feliz nada más sentado al borde de una carretera por la que casi no pasen carros a morder un cubo de hielo a mediodía… O que pasen, no importa. Mientras la gente se derrite, yo no entiendo por qué tienen que pasar las nubes a quitarme el sol. Tengo una cicatriz en la rodilla, dos en la barbilla, un corte en el codo, un lunar en el ojo y estoy destrozado por dentro de una forma que ni siquiera voy a comentar. De salud todo muy bien, nada importante. Sólo jaquecas por el sol de vez en cuando. No, digo destrozado porque hay demasiadas cosas que quisiera olvidar, y otras tantas que daría la vida por recordar pero que nunca pasaron. Por ejemplo, nunca vi ninguna estrella fugaz –cosa que me gustaría recordar- y tengo la certeza de que me voy a morir antes de ver una –eso lo quisiera olvidar-. Justamente hoy en la mañana estuve pensando que nunca he tenido de verdad una mascota, y siempre quise que mi perro se llamara Jota. Ya sabía cómo se iba a ver Jota. Lo veía correr, le veía el color, el pelo, el tamaño, y la veía a ella jugando con él en la casa que íbamos a tener, pero las cosas son así, ¿no? Nunca se dio. No sé adónde está ella exactamente. Sólo sé que está lo suficientemente lejos como para que yo ya no pensara en ella. Me parece que ese fue el plan desde el inicio, abandonarme pero nunca irse. Tengo pocos recuerdos de alguno de mis días que me traiga un sentimiento particularmente tibio. Nada más recuerdo un árbol de llama del bosque que estaba a la par de mi casa cuando era pequeño. Era imposible no verlo, pero las personas rara vez lo veían de verdad. Nunca logré notar la transición de las hojas a las flores. Siempre quise ir notando cómo se le quedaban las ramas llenas de botones mientras inundaba mi patio de hojas, pero cuando me daba la cuenta el piso crujía y a pesar de haberlo “visto” todos los días, nunca había notado que cambiaba. Y eso comprueba mi teoría, las personas somos como avestruces, y pasamos con la cabeza metida en la tierra sin ver lo que de verdad importa por miedo a morirnos, y nunca nos paramos a pensar si no valía la pena morir así, o si de verdad valía la pena vivir por sobrevivir. La verdad es que nunca he sido un buen ejemplo de nada. Ni siquiera lo soy ahora, que ya no tengo patio ni tengo árbol ni tengo nadie que me oiga para poder decirle todas las verdades que a estas horas sé, y que sé que casi nadie sabe. Es por eso que cuando estoy en el parque me dedico a ver a la gente pasar, y dependiendo de cómo se muevan y de cómo me vean, deduzco muy acertadamente qué tipo de persona son. Sé si son pobres, si no son lo que pretenden, a veces hasta noto en cómo caminan si vienen de un motel o de una iglesia. Si no me ignoran, procuro acercarme y hablarles, a veces creen que soy un loco y nada más agarran más fuerte la cartera y me siguen la corriente mientras piden un taxi. Prefiero pensar que lo que he sembrado en algunos es por lo menos la duda de la realidad que se oye detrás de lo que digo. Porque sé que ya no soy un jovencito, que no me veo fuerte, y que no tengo autoridad para decir nada. A veces me rodean las palomas y comen de mis manos, y a veces de verdad me siento mínimo estando junto a ellas. Para comenzar, ellas vuelan, y yo no. Yo nada más cierro los ojos para que el sol me ponga rojos los párpados, abro los brazos y por un rato me quedo ahí, nada más oyéndolas arrullar, hasta que pasa algún mocoso y las espanta. Me quedo pensando que no sabe lo que está haciendo, y para calmarme me imagino una paloma enorme que persigue una bandada de chiquillos, y que con el pico los arrastran de los brazos y de las piernas, y que de vez en cuando es clavan las uñas de las patas en la espalda hasta que quedan llorando. De verdad quedo satisfecho, a veces hasta me dan ganas de un café. ¿Sabe? Una vez sembré un árbol. Siempre me imaginé sentado debajo de la sombra de mi árbol. Y no iba a ser un árbol cualquiera. Iba a tener la corteza gruesa, con un tronco ancho. Eso sí, cerca del suelo iba a tener una bifurcación con una rama baja por la que yo le iba a ayudar a ella a subir. Cómo nos íbamos a reír cuando yo estuviera de pie en una rama alta y a ella le diera miedo que me tirara. La iba a molestar y luego, mientras estábamos sentados en una rama del medio, nos íbamos a besar como si de verdad me fuera a caer y ese fuera el último beso que me iba a dar. No se siente bien, no ser suficiente, no ser lo mejor, que siempre se pueda aspirar a algo más cuando se está con uno, ser verdaderamente pequeño e insignificante, ni siquiera merecedor de esa ínfima alegría que es que lo oigan a uno y no sentirse solo, no ser lo suficientemente importante como para que hubiera admitido viéndome a los ojos que no era suficiente. Irse dejándome como se va a perder un perro. Nos íbamos a encontrar justamente ahí, con las palomas. Nunca llegó. Y a partir de ese momento me sentí pequeño, más pequeño que un árbol, que un perro y que un gato. Comparable sólo con las palomas, salvo porque yo no vuelo y ellas sí. Básicamente ese soy yo, porque creo que importa poco lo que fui antes de esto. Ya dicho todo, ¿tengo el trabajo?

domingo, 26 de octubre de 2008

Ella sabía...

Ese día estábamos caminando sin rumbo alguno, oyendo el cantar de las aves, y el sonido de la suave brisa al pasar por las copas de los árboles. Sin duda alguna ese día estaba resultando perfecto, su risa suave y delicada, su pelo negro y sus grandes ojos verdes que parecían que podían contemplar la vida misma con una sola ojeada.

Así caminamos ese día tomados de nuestras manos, como cualquier pareja, ella bien arreglada y con un delicado perfume a flores, y yo un poco desaliñado como era mi costumbre, y usando mi colonia favorita.

Esa era nuestra última salida de domingo, juntos como novios, ya que el siguiente domingo saldríamos a pasear pero como esposos.

Ya eran cinco maravillosos años juntos, con sus peleas normales como cualquier pareja, pero también con esos momentos compartidos que logran que la boca se separe un poco más de lo habitual, y más con una velocidad más pausada que la normal, pueda decir esas dos palabras que al oírlas de la boca de la otra persona hace que el cuerpo se estremezca.
Un te amo, o dos al día, nunca nos venían mal, aunque procurábamos no decirlo con mucha facilidad, para hacer que las palabras siguieran conservando su significado y más aún su intenso poder.

Por esas y otras razones que son más animales, esa noche nos sentamos en el sofá de mi apartamento e hicimos el amor como nunca antes, sabiendo que nuestras vidas iban a unirse de por vida, y que podríamos empezar a forjar el sueño que nos mantenía vivos de ilusión. Juntos queríamos poder adoptar, y criar una hermosa familia, ya que ambos como pareja no teníamos la bendición de poder procrear, nunca supimos cual de los dos era el infértil, esto para evitar posibles recriminaciones; así era nuestro amor.

La semana transcurrió con total normalidad, no nos íbamos a ver hasta el sábado para poder ultimar los pequeños grandes detalles de la ceremonia del día siguiente. De la manera acordada nos vimos ese sábado, fuimos a comer un helado porque curiosamente ella quería uno con ese frío y lluvias de setiembre. Entonces fuimos a comer helados, ella con su sabor a menta, yo con mi sabor a chocolate, al final como imaginarán entre besos y abrazos, los sabores en nuestras bocas se mezclaron, generando una deliciosa combinación.

En el momento que terminamos nuestros helados, y nos dirigíamos al salón de la fiesta, le sonó el celular y con la calma y dulzura que la caracterizaba lo contestó, pero, no acabo de decir “¿aló?”, cuando sólo sentí un puñal en mi espalda, mis ojos se abrieron y la vi a ella gritando sin que surgiera voz alguna de su garganta por el terror y tratando de resistir, en ese jaleo el hombre que le intentaba arrebatar el teléfono saco una pequeña pistola y le disparo a su pecho; ella instintivamente soltó el teléfono y cayó al piso. Y justo entonces me di cuenta de que ella si había gritado y que su voz si había salido, y que su resistencia a entregar el celular se debía a que había sido yo el primero en salir herido.

Sentí el puñal en mi espalda, y poco a poco perdía el conocimiento. Cuando desperté en el hospital, me dijeron que los dos habían fallecido. Yo extrañado pensé que alguien había matado al ladrón, justo entonces el doctor me sacó del error, y me dijo que íbamos a ser padres.
En ese momento lo comprendí todo, su antojo por el helado, su dulzura más intensificada que lo normal, y ese brillo en sus ojos como si contemplará a la propia vida. Ella lo sabía y me lo quería decir el día de nuestra boda.

Ella sabía que nuestro sueño estaba más cerca de lo jamás esperado.

Ella sabía que yo la amaba.

Ella sabía que iba a ser madre.

Ella sabía que yo iba a ser padre.

Ella lo sabía…

Licor

Me tomé a fondo blanco tus labios
y me embriagué de ti
y cuando llegue a mi casa
al escondite de mi alcoba
donde suelo esconderme del mundo
lo único que hice esa noche
fue soñar contigo

Y en la resaca del día siguiente
no hubo pastilla que me quitara
la urgencia de volver a verte
y la necesidad de beber de nuevo
del licor de tus labios
que sólo con ellos me arranco esta resaca del diablo
que aprieta mi pecho casi tanto
como aprieta mi alma

miércoles, 22 de octubre de 2008

Decirte adiós

Cuando dices, que fui un timador de emociones
En realidad, eso no me conmociona,
Puedes decir que fui calculador,
Pero no por eso voy a tratar de hacerte sentir mejor.


Y es verdad, pude haber sido ser mejor,
Y es verdad, tal vez fui cruel,
Pero yo sé que fuiste más infeliz al quedarte sin mí,
Yo sé, te lo juro
Que estarás tres veces más triste sin mí.


Así que me puedes decir ¿cómo es qué medías ese “amor”?
Si todas esas charlas agridulces, salían de tu boca.
Y al yo tener que saborear esas palabras,
Se me dificultaba el tragar,
Pues eso fue lo verdaderamente dulce,
El saber que me volví inmune
A tu manipulación y a tus juegos.


Pero ya no se puede volver al inicio,
Porque nuestro tiempo ya murió.
Y adoro, y amo, el verte sufrir sin mi amor,
Y te juro que nunca más volverás a tenerme atado.

Pudiste comprarme, quebrarme,
Besarme y hasta mantenerme,
Aunque luego de haberlo intentado,
Me perdiste para siempre.
Porque después de todo fue inevitable que me deshiciera de ti.

Aún sabiendo que me necesitabas
El doble de lo que yo a ti.

Y ahora sé,
Que dejaste de vivir, cuando me fui,
Y ahora sé,
Que puedo reír por ese fin.

PD: Esto fue algo que debí haber escrito hace mucho tiempo (no es nada elevado, ni mucho menos algo muy elaborado, es solamente una despedida sencilla). Con esto pongo fin a esas "Ruinas de Herejía" que durante ya bastante tiempo, he tratado descifrar. Ahora es momento de recapacitar y demostrar que todo aquello que hizo daño, estorbo, o no ayudo en nada; ahora da igual. Porque el presente se encuentra mejor que nunca, y el pasado en pasado tiene que quedar.

martes, 21 de octubre de 2008

En mi cuarto... o en el tuyo

Espero la oscuridad perfecta, sin luna
para tomarme el tiempo perfecto para mirarte
para ir experimentando poco a poco tus esencias
e ir degustando cada uno de tus perfumes

Y la conciencia me va dando a probar poco a poco
Un exquisito efecto visual sólo comprensible
cuando cierro profundamente mis ojos
y empiezo a observar el cuarto con las manos

A unos 38 grados centígrados se calienta el alma
mientras mi ser recorre presuroso tus venas
completamente drogado y enceguecido por tu cuerpo
buscando un rincón en donde dejarme morir

Como en matemáticas del universo uno más uno es uno
tu forma y la mía alcanzan la más sincera unidad
y al gozar juntos de esta dulce agonía, de esta muerte
nos sujetamos ya no más del cuerpo, sino del espíritu
para no dejarnos caer, para ya nunca más soltarnos

lunes, 20 de octubre de 2008

Tengo frío

- Tengo frío, mucho frío... ¿Cómo se quita el frío?
- Umm... Creo que con unos brazos se puede arreglar.
- Pero los brazos solo me pueden abrazar. ¿Qué más necesito?
- Bueno, una boca te puede ayudar.
- Una boca sólo me puede besar...
- No ¡también te puede lamer y morder!
- Es cierto, además también puede exhalar aliento caliente sobre mi oreja.
- Bueno, un par de piernas serían muy útiles... ¡Y no olvides lo que esta en medio!
- Claro, es importante... ¿Y todo eso me va a quitar el frío?
- Sí, al menos por un rato sí...
- Pero... yo no quiero que sea sólo por un rato... ¿No hay algo más duradero?
- Ah, entonces también ocupas amor...
- ¿Y dónde lo consigo?
- No sé, nunca lo he buscado.
- ¿Y no tienes frío?
- Un poco, pero lo puedo aguantar...

domingo, 19 de octubre de 2008

El Terremoto

Me derrotas, te derroto
y el aliento se convierte
en moneda de cambio
escucho tambores a la distancia
anunciando el terremoto

Mientras la noche respira sobre mi piel
me siento como un Magallanes
al descubrir tus océanos escondidios
pero mi barca la perforas con tus besos
y tu cuerpo me ahoga, me inunda

Cielos, cielos que creí conocer
sólo vos los haces infinitos
le das olor a los colores
y llenas de color a los sonidos
y estas en todas partes

Diez veces tú, diez veces
en todos los lugares y en ninguno
veinte veces... no... treinta veces
que suenen los tambores, que suenen
que se me viene la vida encima

miércoles, 15 de octubre de 2008

Duele

Duele
como un nudo en la garganta
como que el pecho entero se parta en dos
como un vacío que hiere cada parte de tu cuerpo pero no podes explicar donde esta
Es extraño como esto puede hacerme tan feliz
y como a veces la falta de confirmaciones verbales,
como la incertidumbre parece partirme en dos.
Se siente mal que duela
se siente estupido que duela
como puede doler esto?
Esto es PERFECTO
es la definición de perfección
somos vos y yo.
Y sé que no va a seguir doliendo
en el momento que nuestros labios se toquen
justo en el momento que tus manos rocen mi cintura
cuando beses mi mejilla con los ojos cerrados.
Deja de doler, porque esto realmente no duele
esto me hace más feliz de lo que jamás he estado.
Me hacés increíblemente, magnificamente, maravillosamente feliz!
entonces, por qué rayos duele?
por que ocupo siempre saber más...
si tan solo lo pidieras
yo lo haría
porque sos vos.
Solo pedilo

martes, 14 de octubre de 2008

De la costumbre...y los servidores

Maté al poeta y no debí haberlo hecho
Él podía sacar de la inflación la oda a la luna, y de las rebajas del combustible, el compás de las olas del mar
Hubiera podido encontrar similitudes entre mi persona y un cactus y aún así, sonaría bonito y podríamos hablarlo durante años

Pero ah no! ella quería quedarse casada de por vida con la tesis de los servidores y su funcionamiento y como el tipo del cactus la toca imaginandose las tarjetas madres y se excita como si hubiera visto un par de entradas USB.

Y la verdad no quiero que me den la luna, pero ¿qué tan malo es soñar un día con algo que uno tuvo y lo mato? Osea es necrofílico, estoy casi al borde de sacarlo de la tumba y hacerle el amor porque la verdad este golpe de realidad no me está cayendo nada bien.

Y si es necesario sacar a Placido Domingo como tema de conversación porque ya ni los periódicos suelen tener importancia, pues diay! lo voy a hacer.

Me cansé de empujar a la roca
Para cierta gente soy solo un servidor

"Si toca un seno, opción sí, si no toca seno, opción no
si sí, entonces orgamos, si no, opcion no, fin de la fórmula"

Pues nada, es eso, no ha pasado nada.....
La luna sigue siendo una estúpida bola blanca, y un zapato sigue siendo el chunche q se pone en el pie.....nada ha pasado

¿Qué haces?

Èl: "bajo un juego de DS"

wow!....hablando de mi amor por los servidores y el contacto con las personas...

viernes, 10 de octubre de 2008

La respuesta


Ok I am tired let’s chat tomorrow, I leave u a qstn, if u decide 2 be with a man, wht wld u like he does 2 u? Good nigth.


¿Buenas noches? ¿Quién puede tener buenas noches después de una pregunta así? Mi mente simplemente empezó a darle vueltas y vueltas al asunto. Ya era tarde y el último mensaje me llegó a las 11:30pm. Estaba acostado en mi cama y la oscuridad era mi única vigía. No sabía que pensar, así que simplemente cerré mis ojos y dejé que el silencio me guiara. Necesitaba una respuesta, quería dar una buena respuesta, una que expresara realmente lo que deseaba. No sé si lo imaginé o lo soñé, pero repentinamente las imágenes abarrotaron mi mente.

Era un cuarto pequeño, con apenas una cama grande y un baño. La ventana estaba entre abierta y una luz tenue entraba desde la calle iluminando de forma bizarra el interior. El agua de la ducha corría por mi cuerpo, más que asearme lo que hacía era acariciarme con ella. Disfrutaba de su masaje en mi cuerpo, relajándome para la noche que vendría. Ese duchazo estaba tardando más de lo debido, mis nervios instintivamente me hacían prolongarlo. Una voz me devolvió al presente, recordándome que no estaba solo y que alguien me esperaba en el cuarto.

Cerré la llave, salí y tomé una toalla. Sequé cuidadosamente mi cuerpo no sin antes avisar que ya salía. Me gustaba sentir mi piel fresca, olorosa a jabón. Arrollé la toalla en mi cintura y giré la perilla cuidadosamente, procurando no hacer ruido para descubrir lo que él hacía en la habitación. Todo estaba oscuro, así que apagué la luz del baño. No podía ver nada, no sabía dónde estaba. Di tres pasos en dirección a la cama, de repente unos brazos fuertes me abrazaron por detrás. Musitó algunas palabras a mi oído que no pude entender. Sentía la piel de su abdomen rozar contra mi espalda. Sentía ese calor que me llamaba a sus brazos. Me besó el cuello y yo aproveché para voltearme y atrapar sus labios.

Disfrutaba de su aliento fresco con un ligero toque de whisky, sin duda él estaba igual de ansioso que yo. Me besaba con dedicación y yo respondía con un toque de creatividad. Saboreábamos nuestras bocas, despacio, poco a poco la pasión ganaba terreno. Cambié mi objetivo, mi boca se fue hasta su cuello y mis manos siguieron acariciando su espalda bajando despacio. Él me sujetaba fuertemente a su cuerpo con su brazo derecho, mientras que acariciaba mi pelo con la otra mano. Nuestros cuerpos giraban hacia la cama, yo exploraba el sabor de sus hombros y su pecho. Él simplemente cerraba los ojos y mordisqueaba su labio inferior.

Estábamos frente a frente, cada uno sabía lo que quería y cómo conseguirlo. Di el primer paso y lo recosté lentamente sobre la cama mientras lo besaba con cariño. Se veía tan cálido ese cuerpo, tan atrayente. Me separé un poco sólo para contemplarlo, era justo como imaginaba que sería. Sonrió al ver mi cara de tonto y con un imprevisto ataque de cosquillas me colocó bajo su cuerpo. La ternura del momento dio paso al deseo. Me besó breve pero intensamente, entre las ganas y su lengua no podía casi respirar. Fue bajando por mi cuerpo, empezó a morder levemente mi pecho mientras sus manos acariciaban un poco más arriba de mis piernas. Su lengua acariciaba mi abdomen, amenazaba con seguir explorando y yo no estaba dispuesto a detenerla. Para ese momento la toalla aún seguía abrazando mi cintura. La fue quitando despacio con sus manos y solo pude cerrar mis ojos y dejarme llevar... Podía escuchar la noche, la oscuridad, sus movimientos, mis palabras. Sentía sus labios, su saliva, su deseo y nada más podía aprisionar las sábanas entre mis puños...

Pude escuchar un ruido extraño que me distrajo, era el timbre de mi politono que estaba vibrando en mi mesa de noche al lado de la lámpara. Abrí los ojos y ya no había nadie conmigo. Ya no estaba en ese cuarto pequeño con la luz de la luna entrando por la ventana, era de día. Estaba de nuevo en mi cuarto y lo único que se encontraba realmente ahí, era mi cuerpo sudado sobre mi cama. Instintivamente tomé el celular, un mensaje nuevo en el inbox:

Good morning, Did u think in my last question little boy?

lunes, 6 de octubre de 2008

Muerte Mañanera

A las siete de la mañana, un sol pálido comenzó a calentar su piel por última vez. Era algo normal que viera el amanecer entre basura, pero había una frescura revitalizadora en el aire.


Haciendo memoria, se encontró de nuevo en la calle. La transacción siempre había sido simple, pero esta vez le pedieron más plata. Si la hubiera tenido, la hubiera dado. Realmente necesitaba esa piedra.


No tenía la técnica para tachar carros, ni los recursos para un bajonazo. No se consideraba tan adicto como para asaltar a un tercero, ni tan habil para robar una cartera.


Lo único que tenía era lo que le daban de limosna. Ya su familia se había desentendido de él, no podía pedir trabajo en esas condiciones, y era totalmente incompatible con el hampa.


Sólo había una forma sostenible de financiar su adicción. Nunca lo había hecho, pero algunos le habían dicho que era perfecto para el brete, y que pagan bien.


Su primer cliente estaba tan desubicado cómo él. Ninguno de los dos sabía muy bien cómo empezar, ni en donde hacerlo. Terminaron en un callejón despoblado, bañados en sudor y basura.


Después de trabajar sólo podía fantasear con una piedra. Corría renqueando hasta el primer bunker que viera para gastar todo su dinero.


Llovía cuando se dio cuenta que estaba en el fondo. Bajo un cartón, vio un comemaíz bañarse en un charco. Al oírlo cantar, recordó la cantidad impresionante de vida que sale con la lluvia. Recordó los sapos, los grillos, las aves...


Las aves... cómo le encantaba su canción de alegría bajo la lluvia. Amaba el olor a tierra mojada, sentarse en un árbol a comer jocotes, tirarse a la poza a buscar piedras de colores, correr descalzo en el zacate...


Y ahora, rodeado de vida, no podía sonreír. Sus preocupaciones eran buscar un cartón nuevo y conseguir otra piedra. Fue en este momento cuando se dio cuenta de lo bajo que ha caído, ya no le preocupaba su situación, su futuro, su vida.


Trató de levantarse. Sus piernas no soportaron su peso. Poca comida, mucha piedra.


Una montaña de basura lo recibió con los brazos abiertos. Mientras se revolcaba buscando la salvación vio a un joven comprando. Gritó, lloró, rezó.


Mientras su alma se escapa de sus labios se lamenta por el joven. El mercado dicta que debe haber un cliente que reemplace a los que se retiran.


La mano invisible da, la mano invisible quita.


Es la Ley.


Nadie escapa a la Ley.

miércoles, 1 de octubre de 2008

En la mañana

La luz blanca y destellante chocó contra sus párpados, cuando la cortina era empujada por el viento. Se decidió a levantarse, eran las 7.
Se enrrolló en la sábana, y se deslizó fuera de la cama. Corrió las cortinas y vió el paisaje playero a través de las grandes puertas de vidrio.
Y pensó que se le antojaba comer de aquellas frutas...

Abrió completamente las puertas y salió a la terraza, la brisa salada le acarició el pelo y el rostro, y se coló entre la sábana, y ésta la acarició su cuerpo desnudo tal como las cortinas acariciaban las puertas de vidrio, amenazando con desnudarla frente al mar. Estrujó la sábana contra sus pechos y salió aún más, y se apoyó sobre la baranda de la terraza, y miró las olas...

-El mar se parece a él- pensó y sonrió involuntariamente
-Auch- Los labios estaban secos, dolían, los chupó y miró hacia dentro de la casa, él ya se despertaba.

Él la miró desde la cama con una media sonrisa.
Ella corrió hacia él dejando que el viento volara la sábana.