jueves, 26 de junio de 2008

Aquel tesoro...

No fue para mi el primero, ni el segundo, ni el tercero, pero definitivamente ese tuvo algo especial... Siempre son diferentes, siempre son buenos. Sin embargo, este tuvo un extra que no esperaba... Fue como un premio por mi afanosa labor de convencer a esta simpática e inocente creaturita, sentenciada por la Luna de abril, a morir entre mis piernas y renacer entre mis brazos.

Era nuestra “primera vez” juntos: muchos besos, muchas caricias, muchas miradas que desbordaban miel, por aquello de que no se fuera a acobardar y me dejara tirado ahí con la ansiedad en los poros. Fue un momento para descubrirnos y dibujar en nuestras mentes los primeros mapas que por mucho tiempo imaginó el deseo. ¿Cuántas noches no boceteé en su nombre? Pero llegó la hora, ese era por fin mi momento.

Se desnudaron las ganas y nuestras almas volaron a través de nuestros cuerpos en un viaje sensorial que nos hizo entrar en un trance indescriptible. No estábamos concientes de nada, solo actuábamos, era nuestro espectáculo privado en el teatro de su cama. Me pareció tan inocente, que verla así se tornaba sacrílego.

¿Pero que más da? De todos modos nadie se libra de pecar en esta vida y esa noche yo planeaba ser el más hereje del universo. Poco a poco despegamos hacia destinos oscuros, ya no había retorno, las alas del placer estaban abiertas y yo sabía bien que hacer con ellas... o entre ellas...

Y mientras el tiempo jugueteaba alterando el ritmo de nuestro viaje, sucedió lo inevitable. Llegó su momento y el reloj de arena le explotó en un crisol de sensaciones. En el caos espacial me dediqué a contemplar su delirio mientras me encargaba de hacerlo cada vez más inaguantable con el vaivén de mi cuerpo. Pero un momento, ¿y eso qué es? Entre los sonidos del silencio violentado me concentré en algo nuevo, un movimiento extraño, algo que buscaba secarme las entrañas de forma desconocida... La sensación fue indescriptible, un ir y venir de ondas en el punto exacto para causar una euforia de pensamientos, de emociones, de palabras... Todo se puso blanco y nuestros tiempos se hicieron uno... Una tormenta... ¿quién lo hubiera esperado así?

Para mi fue especial por ese gran descubrimiento que me hizo sentir como Colón conquistando un nuevo mundo, para ella fue especial por los falsos “Te amo” que inconscientemente el placer me hizo exhalar, porque hablar aún no podía. Ese sí fue un pecado, pero como todos lo demás me será perdonado algún día. Mientras tanto seguiré convenciéndola de que zarpemos juntos mil y una noche más, para custodiar y gratificarme con mi reciente tesoro...

1 comentario:

  1. Hola, Oskr..La verdad nunca imaginé que pudieras escribir tan hermoso :') Igual, el tipejo es un poco maldito, pero me gustó mucho esta entrada.

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