martes, 24 de junio de 2008

Los besos también se marchitan

Había un beso para él, esperaba mientras deseaba, deseaba sus labios, su lengua, sus manos, su piel, su olor, y deseaba que el deseara lo mismo.
Y todo era perfecto en ese delicioso suplicio, esperando, deseando...
Pero él no llegó, y el deseo dejó de ser delicioso y supo amargo y después salado.

Y ese beso en sus labios se marchitó poco a poco, envenenando su alma, agonizaba en su boca, dejó que la sal empapara su rostro a escondidas, en lo oscuro, donde nadie pudiera ver sus labios secos, sus besos marchitos, sus deseos lejos.

Lo que él nunca supo es que ese beso que le pertenecía, que era sólo para él, que era único irrepetible e inmenso, no volverá, porque ha muerto, poco a poco se marchitó, y nada puede hacer para recuperarlo.


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